Solemos pensar que la irrupción de Internet y la convivencia creciente con entornos y dispositivos digitales impactan de manera negativa en nuestras vidas como adultos y en el crecimiento de las nuevas generaciones.
Pero cada persona es diferente y el impacto de la tecnología sobre su vida será, lógicamente, distinto.
No cabe duda de que la sociedad digital ha creado problemas asociados a la demanda de inmediatez, la disponibilidad constante, las fake news, los discursos del odio, la manipulación del algoritmo, el aumento de cíber crímenes, el acceso de menores a contenidos inadecuados. Estamos rodeados de constantes interacciones digitales y sí, es complicado ser capaz de desconectar de todas ellas. Por eso se habla de detox digital, seguridad digital, bienestar digital, recuperar el cara a cara, proteger a los niños de los peligros de Internet…
La sociedad digital también nos ha regalado maravillas. Poder conocer experiencias sin que la geografía sea un obstáculo, aprender sin límites, crear proyectos y contenidos, facilitar gestiones, conocer nuevas formas de entretenimiento. Pero no por el hecho de usar tecnología nos convertimos en usuarios conscientes o positivos; esa conciencia hay que adquirirla. Se habla mucho de competencias digitales, alfabetización, brechas digitales… Estamos en plena adaptación (los adultos) y no sirve de ayuda pensar que todo es bueno. necesitamos aprender a entender el contexto. En el caso de niños y adolescentes, no podemos esperar que vivan una infancia idéntica a la nuestra, ni poner todo el foco en la tecnología. Seguimos educando a personas.
Y, aunque se tiende a pensar que introducir las pantallas de cualquier manera es o necesario, o inocuo, o apocalíptico o una mezcla de todo, la realidad es que no hay trucos infalibles para que la sociedad digital sea todo maravillas y cero problemas.
No se trata de vamping, contraseñas, software, bitcoins, algoritmos, malware, phishing, sexting, grooming, bullying, binge watching, likes, Big Data, GIFs, leaks, streaming, hangouts, HTML, URL, navegadores, redes, apps, backups, bytes, cachés, cookies, emails, fakes, memes, trolls, wifi, adicción, bluetooth, chats, casters, gamers, streamers, geeks, wishlists, podcasts, haters, influencers, spam, retuits, APIs, avatares, feeds, blocks, clickbait, crowdfunding, directs, DMs, eBooks, emojis, pins, selfies, tags, crush o spoilers.
Aunque si aprendemos sobre algo de todo esto, tampoco saldremos perdiendo.
Se trata de personas que trabajan, se relacionan, aman, odian, compran, se informan y entretienen, aprenden, crean, juegan, ríen, miran, hablan, conviven e, incluso, como tú, tienen hijos en un mundo en el que existen todas esas palabras nuevas, junto a muchas otras que llevan siglos en el diccionario.
Necesitamos no solo culpar a la sociedad digital por lo que hace con nosotros, sino también empezar a hablar sobre lo que nosotros hacemos -y podríamos hacer o dejar de hacer- para que esa sociedad digital sea mejor.
No es la tecla; es la persona.
Ese es mi lema.