María, 19 de enero, 2021

iKids y pantallas: menos titulares virales y más información

El temor a que demasiada exposición a las pantallas sea perjudicial para niños y adolescentes es legítimo. No se dispone de suficiente evidencia científica que avale ni creer que no hay ningún problema ni tampoco creer que «tecnología es igual a enfermedad». Es decir: hay muchas investigaciones que defienden la postura de que sí hay impacto negativo “asociado a tecnología”, pero eso no significa que el daño sea “provocado directamente por tecnología”. Y también hay mucha gente que cree que ‘no pasa nada’ y que los niños tienen que aprender a sobrevivir en el mundo digital por sí solos.

Estamos demasiado cerca del inicio de esta nueva era como para afirmar que vamos a convertirnos en peores humanos por culpa de las pantallas. Y se nos olvida que, en otras épocas de la Historia, los cambios ya produjeron transformaciones -incluso físicas- en la raza humana. Por otra parte, se nos da muy bien culpar a las pantallas de las decisiones que somos nosotros quienes tomamos.

Y sin embargo, medios de comunicación y todo tipo de fuentes de información nos tienen acostumbrados a titulares apocalípticos que damos por verdaderos. Titulares que inducen al pánico y lo hacen para ser virales y que hagamos click en ellos sin parar. El último, del New York Times, ‘el tiempo de pantalla de los niños se ha disparado durante la pandemia, alarmando a padres e investigadores”.

Aquí en España ha habido noticias y estudios similares estos últimos meses. Claro, los iKids usan más pantallas por culpa de la Covid-19. ¿Qué esperábamos? El confinamiento primero, ciertos cierres perimetrales, cierta reducción de la vida exterior y las clases virtuales después han incrementado la exposición de los iKids a la tecnología. Esto es obvio. Y menos mal, porque sin esa tecnología nuestros hijos no estarían recibiendo enseñanza y tendrían menos oportunidades de entretenimiento e incluso socialización.

Lo expliqué un poco en este post.

Ojalá en los medios encontráramos menos alusiones al efecto perverso del malvado tiempo de pantalla y más recursos útiles e información contrastada.


Estimados medios de comunicación:

En eso de informar sobre niños, adolescentes y pantallas, les rogaría menos titulares virales y más (y mejor) información.

Gracias de antemano y un saludo,

María


Varias reflexiones sobre el tema:

1.- Aunque se insista en utilizar el mensaje del daño que tanta pantalla inflige sobre el CEREBRO, el debate REAL de la comunidad científica es ENORME en cuanto a los efectos a largo plazo de un potencial cambio de la estructura cerebral asociado al uso de la tecnología. No parece haber duda de que el desarrollo neuronal de los más pequeños se ve ralentizado si el niño en cuestión está horas y horas y horas mirando a la pantalla. Pero los propios científicos dicen que «no es el tiempo de pantalla el que empeora la sustancia/materia blanca del cerebro, sino el hecho de que mirar a la pantalla es una acción pasiva que no genera desarrollo cerebral». Luego de lo que depende no es de evitar la pantalla sino de que el adulto se responsabilice de que no solo haya pantallas en el día a día del niño o de que esas pantallas impliquen una cierta participación activa del niño.

Insisto: no estoy hablando de aparcar a las criaturas 24 horas delante de las pantallas ni de erradicar otras opciones de entretenimiento. Estoy hablando de lo que nos pasa a la mayoría: hay más pantallas pero los niños hacen también otras cosas que no son mirarlas. Luego no podemos hablar de que toda una generación de niños serán más tontos porque miran pantallas en la infancia. Eso no es lo que dicen los estudios.


2.- Más cosas: ADICCIÓN. Sobre todo si se piensa en videojuegos. «Se van a volver todos adictos». Bien, pues el concepto de ‘adicción a la tecnología’ no es uno en el que ni siquiera estén de acuerdo todos los expertos. Que alguien sea incapaz de parar de usar una consola, o que sea incapaz de no tener una pantalla delante no es un proceso que se culmine en horas, ni es un problema independiente de la propia persona y su carácter, salud, hábitos o entorno. Ya sé lo que dice la Organización Mundial de la Salud y, si queremos, podemos profundizar en lo que REALMENTE dice, que no es que haya que prohibir los videojuegos porque son la droga de nuestros hijos. Porque desde que la OMS decidió reconocer el trastorno por videojuego como enfermedad mental, incluyéndolo en su Clasificación Internacional de Enfermedades (ICD-11), explica que este trastorno se caracteriza por un patrón de comportamiento de juego «continuo o recurrente» y se vincula tres condiciones negativas provocadas por el mal uso de los juegos digitales: 1) no controlar la conducta de juego en cuanto al inicio, frecuencia, intensidad, duración, finalización y contexto en que se juega; 2) aumento de la prioridad que se otorga a los juegos frente a otros intereses vitales y actividades diarias; y 3) mantenerse la conducta o darse una escalada «a pesar de la ocurrencia de consecuencias negativas». Vamos, que no todo el mundo se vuelve adicto y que hay iKids con más inclinación a ‘no saber controlarse’ que otros.


3.- Obviamente, a más tiempo delante de una pantalla, más SEDENTARISMO y posible sobrepeso o peor salud física (salvo si haces deporte con tutoriales). Pero vamos, que el sedentarismo es un problema social que lleva décadas acompañándonos. No es algo nuevo de ahora, culpa de Fortnite o YouTube. Quizá los niños y adolescentes son más gordos porque miran pantallas, pero los estudios dicen que también influye, quizá solo un poquito, lo que comen o la actividad física que practican.


4.- Es inútil centrarse en el término ‘tiempo de pantalla’, pero resulta que los titulares se empeñan en invadirnos con alegorías sobre un peor BIENESTAR personal derivado de ese tiempo y de, en general, redes, apps y compañía. Pero también resulta que ese bienestar se ve, de hecho, MÍNIMAMENTE AFECTADO por lo digital. Un adolescente con preocupaciones e inseguridades trasladará esos matices a su vida digital. Que hable o no contigo de sus miedos no depende de TikTok. El bienestar de tu adolescente no lo marca solo lo que hace con o lo que ve en las redes sociales, por ejemplo. Me temo que su bienestar (mayor o menor) lo marcan también otras cosas no asociadas a tecnología (estilo de vida, entorno familiar y social, salud mental y salud física, incluso pandemia…).


5.- Y luego, el PREJUICIO que ejercemos hacia nuestros propios hijos: somos incapaces de no demandar que vivan nuestra infancia, incapaces de no pedirles que sobrevivan a esta situación pandémica o a crecer en tiempos de Internet exactamente como nos gustaría (paseando por el bosque, jugando a las cartas, haciendo manualidades y, of course, leyendo a Kafka). Están haciendo lo que pueden. Por edad, por sociedad y por pandemia. Tenemos que dejar de compararlos con nosotros, que a su edad no tuvimos ni pandemia ni pantalla. Tenemos que dejar de pensar que tanta pantalla los va a destruir porque ese mensaje, en sí mismo, no está avalado por ninguna ciencia.


Claro que hay consecuencias negativas asociadas a (no necesariamente causadas por) un uso excesivo de las pantallas.

Pero los artículos que suelen publicar los medios tienden a ser exagerados, centrados en el pánico, inductores del miedo y, sobre todo, cero ayuda real.

Los padres y las madres nos merecemos otra cosa. No titulares como ‘si quieres un hijo inteligente, quítale el iPad y dale una guitarra’ o ‘el iPhone ha destruido a una generación’ o ‘no te preocupes por las pantallas y compra este dispositivo para que tu hijo se entretenga en los viajes».

Necesitamos información equilibrada que no nos esté juzgando a todas horas, que se base en la ciencia (vista desde todos los ángulos) y que nos ayude de verdad. A nosotros, y a los iKids.

No podemos educar de espaldas a la tecnología ni contra ella. Tenemos que incorporarla a la educación, con conciencia y coherencia. Sin esperar ser perfectos a cada paso y sin buscar garantías falsas de todo lo que hay que hacer para que nunca haya problemas.

Ánimo.

María.

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