Personas y smartphones: hablemos de lo que REALMENTE importa
Los medios se hacen eco estos días de una noticia que vuelve a poner los pelos de punta. Otras veces son manadas que comparten videos por WhatsApp o parejas que se vengan de sus ex con difusión de fotos en Facebook o usuarios que se enzarzan en insultos usando Twitter. Ahora es una mujer (española) de 32 años, madre de dos hijos: se ha quitado la vida tras varios días de no poder soportar la situación a la que sentía sometida tras la difusión de un video íntimo que sus propios compañeros de trabajo habían compartido masivamente a través de sus móviles.
Me siento tan indignada y tan triste que, precisamente porque existe Internet y existen las redes, necesito compartir mi reflexión.
Hay tres protagonistas en la historia, perfectamente descritos a El Español por la psicóloga Silvia Álava Sordo:
- ella y cómo gestionó la situación: «todo depende de la personalidad, de la situación en la que vives y en cómo eres capaz de procesar una situación así. No obstante, lo que sí que está claro es que ver cómo se difunden este tipo de imágenes sobre ti genera una sensación de violación de la intimidad y de no control en la persona».
- los que vieron cómo se compartía el contenido y, aunque no lo compartieron, ni hicieron nada: «es fundamental tomar conciencia y no convertirse en un testigo mudo. Hay que denunciar este tipo de situaciones».
- los que compartieron el contenido: «moralmente la responsabilidad es de todas aquellas personas que compartieron el vídeo. Todas tienen su parte de culpa en cómo han hecho sentir a esa mujer. En mayor y menor grado».
Ahora, mi reflexión.
Personas y móviles.
Nos pasamos todo el día hablando de smartphones. De lo mucho que han cambiado nuestras vidas y de todas las cosas (buenas y sobre todo malas) que nos pasan porque ellos existen. Tendemos como sociedad a responsabilizar al dispositivo y a lo que hay dentro (postureo en Instagram, comercio de datos y sobre-exposición en Facebook, grupos de WhatsApp, videos de YouTube cuando se producen situaciones como ésta).
Pero paremos un momento. Hablemos de lo que REALMENTE importa.
Mi móvil, sin mis dedos respondiendo a una orden de mi cerebro, no publica nada. No comparte nada, no comenta nada, no difunde nada. Si yo no lo decido, mi smartphone no viola la intimidad de nadie ni insulta a nadie ni daña la integridad de nadie.
Niños y adolescentes.
Sí. Es preocupante lo que hacen algunos adolescentes y jóvenes con sus móviles: sexting y ciber acoso, cruzar la calle sin dejar de mirar sus pantallas, ver porno, exhibirse, engancharse, dejarse engañar por desconocidos, perder el tiempo, ser incapaces de pensar dos veces antes de hacer algo.
Pero ellos, al menos, tienen excusa. Son jóvenes, están creciendo, en muchos casos están «dominados» por las hormonas y ponen mucha o poca conciencia a lo que hacen por pura edad.
Los que no tenemos excusa somos los adultos.
Porque la noticia que abre el post NO TIENE NADA QUE VER CON SABER ALGO DE INFORMÁTICA, NI CON SER INMIGRANTE DIGITAL. Tiene que ver con qué tipo de persona se es.
Sí, no siempre somos conscientes del alcance de lo que guardamos en el móvil, de lo que publicamos o compartimos. Tenemos que seguir aprendiendo sobre qué partes de nuestra vida registrar o no. Aprender sobre proteger nuestra intimidad. Pero saber cuándo algo traspasa los límites, cuando estamos traicionando la privacidad de otros, ¿eso no lo sabemos? Y si no lo sabemos, ¿cómo queremos que lo sepan los iKids? ¿Por ciencia infusa?
Cuando hablo o escribo sobre educación en tiempos de Internet, las dos preguntas que me plantean SIEMPRE son: ¿cuánto tiempo de pantalla es demasiado tiempo de pantalla? Y ¿cuál es la edad para dejar que mi iKid tenga móvil?
Y venga a darle vueltas a esos dos temas, que son muy importantes, claro. Y venga a darle vueltas al ejemplo que damos en cuanto al uso del móvil y de la tecnología general. ¿Podemos por favor hablar del ejemplo que damos, personal y socialmente, acerca de nuestra propia responsabilidad como usuarios de tecnología?
Adultos
Visto lo visto, la edad es lo de menos. La cabeza es lo de más. La conciencia. La moral. Los límites. Claro que mucha tecnología mal utilizada puede ser mala. Pero mucha o poca tecnología, mucho o poco tiempo de pantalla, un móvil antes o después no va a marcar ninguna diferencia si no tenemos claro lo que ESTÁ BIEN Y LO QUE ESTÁ MAL.
Los adultos nos preocupamos mucho por lo que hacen los iKids en Internet. Nos preocupamos de adicción y la mitad de las veces somos nosotros los que no sabemos parar de mirar al móvil. Nos preocupamos de contenidos inadecuados y la mitad de las veces son adultos los que de origen publican esos contenidos inadecuados. Y tenemos la esperanza de que nuestros iKids hagan bien las cosas en el futuro, por aquello de que han nacido en tiempos digitales (nativos y tal) y sabrán más. Qué ilusos.
Hace falta una reflexión de todos los adultos sobre lo que estamos haciendo con nuestros móviles. No solo por ejemplo que demos a las nuevas generaciones, sino por el contexto y sobre todo por la coherencia. Porque yo puedo intentar dar buen ejemplo a mis iKids con el tiempo o con los contenidos o con los hábitos, pero el contexto social que los rodea en muchas ocasiones es basura. Gente insultando en Twitter porque es incapaz de argumentar en una discusión. Gente que critica en Instagram o Facebook porque piensa diferente al perfil al que sigue. Gente que para sentir su opinión o su forma de vida como válida y mejor necesita menospreciar la opinión y la forma de vida de otros. Gente que para echar unas risas se salta a la torera la intimidad de otros.
Y cuando digo «gente» no hablo de niños y adolescentes. Hablo de adultos.
Y no hablo de teoría, hablo de casos reales. Realísimos.
Esta mañana la he empezado a primera hora con un taller de Alfabetización Digital en un Instituto, con estudiantes de 16 años. Hemos hablado de la noticia con la que abro la reflexión y comentaban cosas como: «¿y por qué de primeras se grabó ella un vídeo íntimo? ¿Y cómo consiguieron los compañeros el vídeo? ¿Y por qué nadie paró la difusión? ¿Y esto tiene consecuencias legales, al menos para el primero que difundió el video?».
La conversación ha dado para algunos temas tecnológicos -gestión segura de los contenidos en el smartphone, contraseñas, almacenamiento en la nube, vías de denuncia cuando tu privacidad se ve menoscabada…- y para muchos más temas analógicos: RESPETO, SABER PARAR, DIFERENCIAR BROMA DE DELITO, ASUMIR RESPONSABILIDADES, PENSAR Y GESTIONAR SITUACIONES DELICADAS O DESAGRADABLES.
Los iKids no son idiotas. No son miembros de una generación perdida que no valora su intimidad, inconscientes y sin empatía, carentes de conciencia y aficionados a la crítica. Los iKids lo que tienen a su alrededor, con frecuencia, es un pésimo ejemplo. Un pésimo ejemplo humano.
Así que sí, mientras crecen los iKids importan mucho el tiempo de pantalla, los contenidos de los videojuegos, los peligros de las redes sociales y la llegada del primer smartphone. Pero mientras crecen, lo que REALMENTE IMPORTA, es que alguien les vaya contando -de palabra y de acción- qué significa ser buena persona, ser prudente y respetuoso, ser consciente del alcance de nuestras acciones y asumir la responsabilidad de lo que haces cuando le das a la tecla.
Hay cosas de las que pasan con nuestro smartphone que es más difícil controlar: la información sobre nosotros a la que acceden las apps que tenemos instaladas, por ejemplo; o ser víctimas de ciber-delitos por parte de terceros que saben entrar en nuestro móvil sin que casi nos demos cuenta; o la opinión que tenga de nosotros quien nos siga, a partir de lo que publicamos o compartimos en redes y apps que tengamos en el móvil.
Pero lo que hacemos activamente, eso sí lo podemos controlar.
Basta ya de poner SOLO el foco en el cuándo de los niños y el móvil o en el dónde. Centrémonos un poco más en el cómo: no en el cómo lo usan, sino en el cómo son los iKids. Cómo somos los adultos. Qué están viendo los niños y adolescentes como habitual.
Yo desde luego hoy hablaré con mis hijos mayores. No hablaré sobre LO QUE NO DEBERÍAN HACER ELLOS, ni sobre LO QUE OTROS DE SU EDAD HACEN MAL, sino sobre cuánto me preocupa el MAL EJEMPLO QUE QUIZÁ ESTAMOS DANDO LOS ADULTOS y CÓMO DE IMPORTANTE ES PENSAR Y RESPETAR.
Besos,
M.
Así es María. Pero ¿quién EDUCA hoy a los niños?
En algunos casos parece que pocos y de manera descuidada…
¿Quiénes se encargan de hablarles, vaya a saber el adulto, sobre diversos temas que involucran valores? Otros a través de las nuevas pantallas.
Si la respuesta preventiva es educativa, y los padres no pueden o no saben, la escuela sigue siendo la mejor estrategia para vacunar ante estos cibermales… y otros asuntos que enfrentan hoy los menores.
Necesitamos ciudades (completas) que eduquen poniéndose a la altura de los más pequeños, y otras escuelas que incluyan la dimensión afectiva formando el carácter.
Son tiempos revueltos y el pronóstico no es bueno, pero el mal y la violencia no deben tener la última palabra.
Gracias por tus reflexiones María. Te envío afectuosos saludos.
Gracias por tu comentario, Alejandro. Tienes mucha razón… Hay que seguir esforzándose por concienciar e informar a mayores y pequeños para que el uso de la tecnología no sea un departamento estanco, sino que se integre en el resto de la educación o de la vida responsable. Un saludo!