Reto #SlowTech: auto-control parental del uso de la tecnología
Hablamos mucho de control parental (activo, pasivo, tecnológico o humano) a la hora de monitorizar o limitar el famoso «tiempo de pantalla» de nuestros hijos o su acceso a lo digital. Si son pequeños, se trata de evitar que accedan a lo que no deben y de reducir a un montante aceptable (en función de cada familia) su consumo de medios o dispositivos. Si son mayores, se trata de controlar su navegación, su comportamiento o su tendencia a usar la tecnología como entorno de relaciones, aprendizaje o entretenimiento.
Está bien aplicar el control parental (tuyo propio o apoyado por Apps y software de todo tipo). Cada uno puede elegir lo que mejor se adapte a su estilo de vida o filosofía de paternidad. Es un elemento relevante dentro de la educación que quieras dar a tus hijos en tiempos digitales.
Pero, ¿no podríamos también realizar un auto-control parental sobre nuestro propio uso, para después reflexionar y dar ejemplo?
Sé que algunos pensarán que no hay necesidad de hacer este auto-control, porque ni están en redes sociales ni usan el móvil más allá de llamadas o mensajes… Pero todos, TODOS, estamos conectados de alguna manera. Y si primero pensamos en cómo mejorar nuestro uso de la tecnología, podremos aplicar la reflexión para hablar con los iKids o modificar el ejemplo que damos.
- Podemos hacer una lista de las aplicaciones que más utilizamos a lo largo de un día. Y pensar si las usamos porque es necesario o por mera costumbre.
- Podemos hacer otra lista con las páginas web funcionales o informativas que más navegamos: banca online, compras en Internet, medios de comunicación, buscadores…
- Podemos pensar si, en servicios online que utilizamos de vez en cuando, cumplimos con aspectos básicos de seguridad (cierre de sesión, buenas contraseñas, uso o no de wi-fi pública, datos que aportamos en formularios de cursos o compra de entradas o descarga de lecturas y música y Apps…).
- Podemos echar un vistazo a nuestros perfiles en redes sociales (sobre todo Facebook e Instagram) para ver qué tipo de contenidos compartimos y por qué o para qué: ¿fotos de nuestros hijos?, ¿viajes?, ¿contenidos de temática que nos interesa? ¿Compartimos porque sí o porque es realmente interesante? Y ¿cómo tenemos configurados los ajustes de privacidad?
- Podemos reflexionar sobre nuestras fotos de perfil en chats como WhatsApp o en servicios como Skype o FaceTime. ¿Es una foto nuestra? ¿O de los niños? ¿A quién le das tu número de móvil y, con él, la foto en cuestión? ¿Qué dice de ti la foto?
- Podemos revisar en qué medida tenemos controlado el acceso a Internet. En casa (claves seguras en el router y la wi-fi, paquetes de protección frente a virus o malware, filtros…) y en los dispositivos móviles (actualización de sistemas operativos, aplicaciones inseguras…).
- Podemos apuntar las horas en las que más tecnología consumimos (para escuchar música o radio, para leer noticias, para llamar, para mandar o recibir mensajes, para trabajar, para ver contenidos de video o televisión…) y valorar si ese consumo es necesario (¿atiendes mails del trabajo a todas horas?, ¿te conectas nada más levantarte o justo antes de acostarte?, ¿puedes salir a pasar el día fuera y dejar el móvil en casa?).
A propósito de este último punto sobre nuestro propio tiempo de pantalla y conexión, quizá vosotros estáis en un término medio sano y educativo. Yo suspendo inconmensurablemente. Supero sin duda el consumo que me gustaría que mis hijos hicieran si no me tuvieran a mí como agente de tráfico. Así que la reflexión me viene de maravilla. Por eso me apunto al reto #SlowTech de Janell B. Hofmann; nos invita a hacer del mes de febrero un mes #SlowTech, es decir, de reflexión sobre nuestro uso de la tecnología para, en caso necesario, reducirlo a lo estrictamente necesario y cambiar, al menos, un hábito digital.
En mi caso, tras pensar en todos los puntos que he mencionado arriba, el reto de febrero va a suponer no utilizar el móvil (EN ABSOLUTO, salvo recibir llamadas) entre las 19.30 y las 21.00 horas, que es la franja del día en la que comparto con los niños la cena, la charla después de la cena y la operación vamos-a-la-cama). Son las horas en las que más me ven. Reconozco que hasta ahora mi móvil siempre está cerca a esas horas, pese al cartel familiar. No en la mesa, pero sí en las inmediaciones.
Mi reto en febrero es cambiar ese hábito y seguir reflexionando sobre el uso útil, necesario y práctico que doy a mi vida conectada.
Empezamos mes. Justo hoy. Una ocasión estupenda para, no sé, dejar de fumar o hacer ejercicio o poner en orden tu despacho o aprender a cocinar o apuntarte a yoga. Y a esto, ¿te apuntas? ¿Cuál es el hábito digital (o la mala costumbre digital) que cambiarías? ¿O no te hace falta cambiar nada?
Bss,
M.